Educación para la ciudadanía en tiempos del franquismo

Hoy en día mucha gente se tira de los pelos con la asignatura de «Educación para la Ciudadanía» con el argumento de que el único fin de la asignatura es adoctrinar a las masas con los postulados del gobierno. Algunos llegan a los extremos de conseguir que sus hijos no se gradúen de la ESO con tal de que no pongan sus manos en los libros de tal maligna asignatura.

Sin embargo, no hace mucho tiempo los libros sí estaban cargados de ideología, repitiendo sin cesar el mismo mantra: exaltamiento de lo español, de lo cristiano y, como no, del alzamiento franquista. El libro en cuestión que os comento en esta entrada es «El Parvulito» (entrañable palabra hoy en día en desuso) de la Editorial Miñon S.A. (ISBN 84-355-0317-8) y cuyo autor era Antonio Álvarez Pérez, un maestro autor entre otros de la conocida Enciclopedia Álvarez (una serie de libros de texto para la escuela). Todos estos libros estaban plagados del proselitismo del régimen, pero como el propio Álvarez afirma en una entrevista «O decías lo que ellos querían o le encargaban a otro la tarea».

El libro estaba destinado para niños de 6 a 7 años, aunque yo creo que lo usé antes de la EGB, aproximadamente con 5 años. Y aunque por aquel entonces Franco ya estaba a dos metros bajo tierra, estábamos en plena transición y supongo que las autoridades no estaban muy por la labor de andar retocando la enseñanza. Así que utilizábamos un libro cuya edición era del año 1967.

Recientemente pude rescatar el libro del fondo de un armario en casa de mis padres y me ha parecido interesante compartir como era la Educación para la Ciudadanía en la época del franquismo. Empezamos por la portada del mismo (pinchar en las imágenes para ampliarlas).

Al abrir el libro lo primero que llamaba la atención era la variedad de temas que trataba, pasaba de un capítulo a explicarte la historia de Adán y Eva, y en el siguiente te explicaba la vida de los hombres de las cavernas, sin percibir siquiera la aparente contradicción de ambas entradas. Si atendemos al índice vemos que el tema religioso se intercala sin rubor con el tema histórico llegando a constituir el 22% del libro (12 entradas de 54).

Pero las entradas de temática religiosa no tienen nada de particular, nada que no pueda encontrarse en un libro de religión hoy en día. Las entradas de ciencias y naturaleza tampoco tienen nada de particular, la verdadera chicha está en las entradas dedicadas a la historia, las cuales destilan la ideología franquista por los cuatro costados. Empezamos por lo mejor…

Franco y el Glorioso Alzamiento Nacional

Como podéis ver, el peloteo a Franco era descarado, sólo les faltaba decir que era guapo, medía 1,90 m. y sus pedos olían a agua de rosas.

La del Glorioso Alzamiento Nacional creo que es la mejor página del libro: salvapatrias que acuden a salvarnos a todos de una forma muy peculiar, a cañonazos de tanque y bombardeándonos por el aire… y todo porque algunos rojos habían decidido continuar la fiesta de las fallas con la iglesia del pueblo. Menos mal que los españoles nombraron a Franco Caudillo para que nos gobernara porque nosotros no sabíamos hacerlo solos.

El imperio y los Reyes Católicos

Viajando hacia atrás en el tiempo pasamos a la época del glorioso Imperio Español herencia de los Reyes Católicos. Como vemos la gloriosidad de esa época se debe sin duda a que los reyes eran muy cristianos… bueno, seguro que el hecho de tener un continente entero que saquear a gusto también contribuyó a la grandeza de España.

De los Reyes Católicos que más se puede decir aparte de que llevan su religión en su nombre… pues que se dedicaron a expulsar a los judios ya que estos (mira tú que cosas) no querían hacerse cristianos.

La Reconquista

El apartado de La Reconquista era muy jugoso como para dejarlo pasar de rositas… caballeros cristianos a espadazo limpio con los moros infieles a mayor grandeza de España. Tenemos a Fernando III el Santo, un rey tan bueno que no dudaba en patear a caballo a todo moro que se le cruzara por delante.

El hecho curioso es que la tumba de este rey está grabada con inscripciones en hebreo y árabe, y que, como cuentan aquí,  el mismo se hacía nombrar «rey de las tres religiones», una denominación muy significativa de la voluntad de gobernar sobre una sociedad caracterizada por la diversidad. Otra curiosidad es que su cuerpo incorrupto se guarda en la capital de Sevilla, en este enlace podéis ver las imágenes.

Finalmente El Cid, el prototipo de caballero cristiano que se pasaba el día matando moros a mayor gloria de Cristo. ¡ Qué bonita historia ! no dejemos que la realidad nos la estropee. Una realidad en la cual El Cid era más bien un Señor de la Guerra independiente que tan pronto estaba luchando contra los moros como se aliaba con ellos para luchar contra algún rey cristiano

En fin, no pretendo juzgar al libro, la verdad es que estaba muy bien escrito para el público al que estaba destinado, y en cuanto a los contenidos supongo que en esa época no eran opinables. Pero espero que le haga ver a algunos lo que era el verdadero adoctrinamiento a la ideología de un régimen en un libro de texto.

«La Casa Tomada», el realísmo mágico de Júlio Cortázar

Cuando eres estudiante y te mandan leer libros para tus clases de literatura muchas veces te preguntas si la mente perversa que seleccionó las lecturas tenía como último objetivo hacer que odiaras la literatura y asegurarse de que nunca más te volvieras a acercar a un libro.

Sin embargo, en contadas ocasiones, te encontrabas leyendo alguna joya que te volvía a devolver la confianza en el género literario. Y entre esas joyas podemos citar «La Casa Tomada» un cuento corto de Julio Cortázar y que pertenece al género del realismo mágico.

El realismo mágico es un género literario en el cual los personajes viven en un mundo que, en principio, puede parecer de lo más normal pero en el que, de vez en cuando, ocurren sucesos mágicos ante los cuales los personajes reaccionan con absoluta normalidad. El ejemplo más conocido de este género es la novela «Cien Años de Soledad» de Gabriel García Márquez.

Pero no me enrollo más, os dejo con el cuento, leerlo, de verdad que merece la pena, y al final unos extras…

El cuento

Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los secretos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.

Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos a mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por los bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.

Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé porqué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.

Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pull-over está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor de preguntarle a Irene qué pensaba a hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba la plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.

Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esta parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica , y la puerta central daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente del pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por le pasillo se franqueaba la puerta de roble y más allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que que llevaba a la cocina y al baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso se lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y en los pianos.

Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui hasta el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la puerta antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.

Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:

—Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo.

Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.

—¿Estás seguro?

Asentí.

—Entonces —dijo recogiendo las agujas— tendremos que vivir en este lado.

Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.

Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene extrañaba unas carpetas, un par de pantuflas que tanto la abrigaban en invierno. Yo sentía mi pipa de enebro y creo que Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.

—No está aquí.

Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.

Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resulta molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre.

Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:

—Fíjate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?

Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadrito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar.

(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba enseguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene se los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios.

Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en voz más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiado ruido de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos ahí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos más despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alto voz, me desvelaba en seguida).

Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí el ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamó la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y en el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.

No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte, pero siempre sordos a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.

—Han tomado esta parte —dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta el cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.

—¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? —le pregunté inútilmente.

—No, nada.

Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.

Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.

El cuento en imágenes

Para el que no le guste leer tanto ahí le dejo unos vídeos dramatizando el cuento, el primero poco más que es una lectura del cuento acompañada de imágenes y música. El segundo es una recreación del mismo con actores reales y el tercero es similar pero tomándose más libertades con el relato, parece más bien una versión de Poltergeist a lo argentino, hasta puedes ver la visión subjetiva de «Los Otros».

Posibles interpretaciones

Y ¿cuál es la interpretación del cuento? Lo ideal sería que cada uno se busque la suya propia, pero teniendo la opinión del autor por qué no ponerla:

Casa tomada fue una pesadilla. Yo soñé Casa tomada. La única diferencia entre lo soñado y el cuento es que en la pesadilla yo estaba solo. Yo estaba en una casa que es exactamente la casa que se describe en el cuento, se veía con muchos detalles, y en un momento dado escuché los ruidos por el lado de la cocina y cerré la puerta y retrocedí. Es decir, asumí la misma actitud de los hermanos. Hasta un momento totalmente insoportable en que –como pasa en algunas pesadillas, las peores son las que no tienen explicaciones, son simplemente el horror en estado puro– en ese sonido estaba el espanto total. Yo me defendía como podía, cerrando las puertas y yendo hacia atrás. Hasta que me desperté de puro espanto.

Muchos quisieron ver en el cuento una alegoría antiperonista, política con la que Cortázar estaba en contra, y que poco a poco invadía a la sociedad de su país del mismo modo en que esa fuerza extraña invade la casa sin que sus ocupantes hagan nada por evitarlo. Incluso el propio Cortázar hizo suya esa interpretación:

Bien podría representar todos mis miedos, o quizá, todas mis aversiones; en ese caso la interpretación antiperonista me parece bastante posible, emergiendo incluso inconscientemente…

Otras interpretaciones hablan del incesto reprimido entre los hermanos. Pero a mi me gusta más la idea de la pasividad de la sociedad actual ante los peligros que la acechan, el poco compromiso en unirse para afrontarlos y la conclusión final de que, finalmente y cuando menos te lo esperas, eres desplazado de la tranquilidad de tu propio hogar sin posibilidad de volver.

Para saber más

Y si alguien quiere saber algo más del cuento aquí os dejo unos enlaces a la wikipedia y otros sesudos análisis del mismo (es curioso que algunos análisis son más largos que el cuento en sí): 1, 2, 3, 4, 5, 6 y 7.

Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma

No hace mucho vi la película Invictus de Clint Eastwood y en ella se incluye el poema Invictus, que ha llamado mi atención como ningún otro desde que estudié la Canción del Pirata allá en el colegio.

El poema fue escrito en 1875 por el poeta inglés William Ernest Henley como un modo de superación personal ante los problemas de salud que le afectaron durante toda su vida. En la película, basada en hechos reales, cuenta como Mandela usaba ese poema para sobrellevar mejor su largo periodo de confinamiento, y como le ofrece dicho poema al capitán de la selección de rugby de su pais, François Pienaar, como motivación para usar el rugby como elemento unificador de la nación.

Os dejo con el vídeo de la película en el que Morgan Freeman (bueno en realidad es Pepe Mediavilla) relata el poema y añado una tabla con la letra original y la versión en español (más o menos libre) que utilizan en la película. Así cuando estéis de bajón recordar… «Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma».

Inglés Español
Out of the night that covers me, En la noche que me envuelve
Black as the pit from pole to pole, Negra como un pozo insondable
I thank whatever gods may be Doy gracias al dios que fuere
For my unconquerable soul. Por mi alma inconquistable
In the fell clutch of circumstance En las garras de las circunstancias
I have not winced nor cried aloud. No he gemido ni llorado
Under the bludgeonings of chance Ante las puñaladas del azar
My head is bloody, but unbowed. Si bien he sangrado, jamás me he postrado
Beyond this place of wrath and tears Más allá de este lugar de ira y llantos
Looms but the Horror of the shade, Acecha la oscuridad con su horror
And yet the menace of the years No obstante la amenaza de los años
Finds and shall find me unafraid Me halla y me hallará sin temor
It matters not how strait the gate, Ya no importa cuán recto haya sido el camino
How charged with punishments the scroll, Ni cuanto castigos lleve a la espalda
I am the master of my fate: Soy el amo de mi destino
I am the captain of my soul Soy el capitán de mi alma

El derecho a leer

Como últimamente hemos estado hablando de ciencia ficción en el blog, y como últimamente mucho se ha hablado en el MundoReal TM de derechos sobre la propiedad intelectual y de como las entidades de gestión de estos derechos intentan criminalizar actitudes que a todos nos parecen normales (intercambiarnos música, libros, o representar obras de autores clásicos que llevan siglos muertos, etc.) me ha venido a la mente un cuento corto de ciencia ficción escrito por Richard M. Stallman en 1996 (aquí podéis encontrar el original en inglés).

(de «El camino a Tycho», una colección de artículos sobre los antecedentes de la Revolución Lunar, publicado en Luna City en 2096)

Para Dan Halbert el camino a Tycho comenzó en la universidad, cuando Lissa Lenz le pidió prestado su ordenador. El de ella se había estropeado, y a menos que pudiese usar otro suspendería su proyecto de fin de trimestre. No había nadie a quien se atreviera a pedírselo, excepto Dan.

Esto puso a Dan en un dilema. Tenía que ayudarla, pero si le prestaba su ordenador ella podría leer sus libros. Dejando de lado el riesgo de ir a la cárcel durante muchos años por dejar a otra persona leer sus libros, la simple idea le sorprendió al principio. Como a todo el mundo, se le había enseñado desde la escuela primaria que compartir libros era algo malo y desagradable, algo que sólo los piratas harían.

Además, no había muchas posibilidades de que la SPA (la «Software Protection Authority», o Autoridad de Protección del Software), no lo descubriese. En sus clases de programación Dan había aprendido que cada libro tenía un control de copyright que informaba de cuándo y dónde fue leído, y quién lo leía, a la oficina central de licencias (usaban esa información para descubrir piratas, pero también para vender perfiles personales a otras compañías). La próxima vez que su ordenador se conectase a la red, la oficina central de licencias lo descubriría. Él, como propietario del ordenador, recibiría el castigo más duro, por no tomar las medidas adecuadas para evitar el delito.

Lissa no necesariamente pretendería leer sus libros. Probablemente lo único que ella necesitaba era escribir su proyecto. Pero Dan sabía que ella provenía de una familia de clase media que a duras penas se podía permitir pagar la matrícula, sin pensar en las tasas de lectura. Leer sus libros podía ser la su única forma de terminar la carrera. Entendía la situación; él mismo había pedido un préstamo para pagar por los artículos de investigación que leía (el 10% de ese dinero iba a parar a los autores de los artículos, y como Dan pretendía hacer carrera en la universidad, esperaba que sus artículos de investigación, en caso de ser citados frecuentemente, le dieran los suficientes beneficios como para pagar el crédito).

Más tarde, Dan descubrió que hubo un tiempo en el que todo el mundo podía ir a una biblioteca y leer artículos, incluso libros, sin tener que pagar. Había investigadores que podían leer miles de páginas sin necesidad de becas de biblioteca. Pero desde los años 90 del siglo anterior, tanto las editoriales comerciales, como las no comerciales, habían empezado a cobrar por el acceso a los artículos. En el 2047, las bibliotecas de acceso público eran sólo un vago recuerdo.

Había formas de evitar los controles de la SPA y la oficina central de licencias, pero también eran ilegales. Dan había tenido un compañero de su clase de programación, Frank Martucci, que consiguió un depurador ilegal, y lo usaba para evitar el control de copyright de los libros. Pero se lo contó a demasiados amigos, y uno de ellos lo denunció a la SPA a cambio de una recompensa (era fácil tentar, para traicionar a sus amigos, a estudiantes con grandes deudas). En 2047 Frank estaba en la cárcel; pero no por pirateo, sino por tener un depurador.

Dan supo más tarde que hubo un tiempo en el que cualquiera podía tener un depurador. Incluso había depuradores libremente disponibles en la red. Pero los usuarios normales empezaron a usarlos para saltarse los controles de copyright, y finalmente un juez dictaminó que ese se había convertido en su uso práctico. Eso quería decir que los depuradores eran ilegales y los programadores que los habían escrito fueron a parar a la cárcel.

Obviamente, los programadores necesitan depuradores, pero en el 2047 sólo había copias numeradas de los depuradores comerciales, y sólo disponibles para programadores oficialmente autorizados. El depurador que Dan había usado en sus clases de programación estaba detrás de un cortafuegos para que sólo se pudiese utilizar en los ejercicios de clase.

También se podía saltar el control de copyright instalando un núcleo del sistema modificado. Dan llegó a saber que hacia el cambio de siglo había habido núcleos libres, incluso sistemas operativos completos. Pero ahora no sólo eran ilegales, como los depuradores: no se podía instalar sin saber la clave de root del ordenador, cosa que ni el FBI ni el servicio técnico de Microsoft te darían.

Dan llegó a la conclusión de que simplemente no podía dejarle su ordenador a Lissa. Pero no podía negarse a ayudarle, porque estaba enamorado de ella. Cada oportunidad de hablar con ella era algo maravilloso. Y el hecho de que ella le hubiese pedido ayuda podría significar que sentía lo mismo por él.

Dan resolvió el dilema haciendo algo incluso más increíble, le dejó el ordenador, y le dijo su clave. De esta forma, si Lissa leía sus libros, la oficina central de licencias pensaría que quien estaba leyendo era él. Seguía siendo un delito, pero la SPA no lo detectaría automáticamente. Sólo podrían saberlo si Lissa lo denunciaba.

Si la universidad descubriese que le había dado su clave a Lissa significaría la expulsión para los dos, independientemente de para qué hubiese usado ella la clave. La política de la universidad era que cualquier interferencia con sus métodos de control sobre el uso de los ordenadores era motivo para una acción disciplinaria. No importaba si se hubiera hecho o no algún daño, el delito era el hecho de dificultar el control. Se asumía que esto significaba que se estaba haciendo algo prohibido, y no necesitaban saber qué.

En general los estudiantes no eran expulsados por eso -no directamente-. En su lugar se les prohibía el acceso a los ordenadores de la universidad, lo que inevitablemente significaría suspender todas sus asignaturas.

Dan supo más tarde que ese tipo de políticas en la universidad empezaron en la década de 1980, cuando los estudiantes comenzaron a usar ordenadores masivamente. Antes de eso, las universidades tenían una actitud diferente: sólo se penalizaban las actividades dañinas, no las que eran meramente sospechosas.

Lissa no denunció a Dan a la SPA. Su decisión de ayudarle llevó a que se casasen, y también a que cuestionasen lo que les habían enseñado cuando eran niños sobre el pirateo. Empezaron a leer sobre la historia del copyright, sobre la Unión Soviética y sus restricciones sobre las copias, e incluso sobre la constitución original de los Estados Unidos. Se mudaron a Luna, donde se encontraron con otros que de la misma forma intentaban librarse del largo brazo de la SPA. Cuando empezó el Levantamiento de Tycho en 2062, el derecho universal a leer se convirtió en uno de sus objetivos fundamentales.

Copyright 1996 Richard Stallman

Sobre la obra y su contexto

Richard Mathew Stallman es un conocido programador de origen estadounidense y activista sobre la libertad del software. Es el fundador de la Free Software Foundation, una fundación sin ánimo de lucro que promueve el desarrollo de software libre (pero libre no en el sentido de gratuito sino el el sentido de libre de distribuir, copiar y modificar). Uno de los mayores exponentes del software libre es el sistema operativo Linux.

Puede que a algunos el texto le parezca una exageración propia de novelas de ciencia ficción (al estilo de «1984» o «Fahrenheit 451») pero es notable lo premonitorio que ha sido este escrito si tenemos en cuenta que en el año en que se escribió (1996) prácticamente no existían ninguna de las restricciones digitales (DRM) que asolan a los productos tecnológicos de las últimas generaciones.

Acaso hoy en día no podemos ver como canciones bajadas con el programa iTunes sólo pueden ser reproducidas si tienes un iPod. O libros comprados en la tienda de Amazon sólo pueden ser leídos si te has comprado el lector de eBooks que ellos mismos comercializan (Kindle). En este último caso es paradigmático como la empresa Amazon utilizó la conexión a Internet del Kindle para entrar en ellos (sin el permiso de sus propietarios) y borrar un libro que había sido comercializado sin tener los adecuados derechos. Para colmo de la ironía el libro era «1984».

También podemos ver como productos electrónicos como el iPhone, el nuevo iPad o las consolas de videojuegos controlan hasta la saciedad el software o hardware que instalas en los mismos prohibiendo instalar dispositivos (en un aparato electrónico que no olvidemos que es de tu propiedad) que anulen dichas restricciones del fabricante.

La saga de Dune, por Frank Herbert

Hace no mucho le dediqué una entrada a la saga de la Fundación, de Isaac Asimov, pero tenía la sensación de estar haciendo un agravio comparativo con otra genial saga de ciencia ficción, la saga de Dune escrita por Frank Herbert. Y es que si los libros de Asimov son muy apreciados en el mundo de la ciencia ficción los libros de Frank Herbert no lo son menos, es más, la primera novela de la saga cuyo título es simplemente «Dune» es citada muchas veces como la mejor novela de ciencia ficción de la historia… y no lo digo yo, lo dicen los lectores de la revista de ciencia ficción Locus que hasta tres veces (en 1975, 1987 y 1990) la seleccionan como la mejor novela de ciencia ficción escrita hasta entonces.

El universo de Dune

Dune universoPero, de qué trata Dune, trataré de contarlo sin destrozarle la trama al que no haya leído la novela, así que me ceñiré a aquellos datos que podéis encontrar en la contraportada del libro o en las primeras páginas del mismo (bueno algún dato más doy pero es que sino tendría que autolimitarme mucho). Empezaremos por situarnos en su universo: nos encontramos en el futuro y han pasado unos 20,000 años desde el momento actual, la raza humana se ha extendido a lo largo de distintos planetas por la galaxia, pero el futuro que nos encontramos es muy extraño. Y lo primero que causa extrañeza es que la sociedad en la que vive el hombre es una sociedad feudal, con sus emperadores, sus duques, condes y barones, solo que ahora en vez de disputarse partes de La Tierra se disputan planetas enteros.

Una de las causas de esta organización política es el «Jihad Butleriano«, es decir, la guerra santa que unos 10,000 años antes de los acontecimientos contados en Dune llevó a los hombres a destruir todas las máquinas dotadas de inteligencia artificial y a prohibir (bajo condena de muerte) la construcción de las mismas. «No construirás una máquina a semejanza de la mente humana» se puede leer en la Biblia Católica Naranja, el nuevo libro santo de la humanidad. Los detalles del esta guerra santa son mayormente desconocidos, y es que una de las características de Frank Herbert es que suele ser parco en las explicaciones que da en sus libros, prefiriendo dejar que la imaginación del lector se dispare. Esto es algo que no suele ser del agrado de todos que prefieren el estilo moderno de novelas que lo dejen todo atado y bien atado y que se puedan leer en la playa sin tener que darle mucho a las neuronas.

Pero las consecuencias de este Jihad Butleriano son tremendas para la humanidad, a pesar de que estamos en un futuro muy lejano los impedimentos a la construcción de máquinas inteligentes han limitado el desarrollo de la tecnología, de ahí que la humanidad haya caído en una civilización feudal similar a la de la Edad Media. Para paliar estas limitaciones la humanidad consiguió llevar a los límites las habilidades humanas para que estas sustituyeran a la de los ahora prohibidos computadores. Así tenemos a los Mentats, básicamente humanos cuyas capacidades mentales son similares a las de los computadores; los Navegantes de la Cofradía, cuya limitada capacidad para prever el futuro les permite trazar rutas seguras para el viaje espacial y doblar el espacio para realizar dichos viajes; o las Bene Gesserit, una orden matriarcal con capacidades mentales y físicas avanzadas que se encargan, secretamente, de llevar a cabo una selección genética de la humanidad buscando al hombre perfecto.

La especia Melange

Pero para conseguir desarrollar la mente y el cuerpo humanos hasta los límites insospechados es necesario un elemento fundamental, una especia denominada Melange. Dicha especia permite, por ejemplo, el trance de los Navegantes de la Cofradía que pueden de esta forma visualizar el camino antes de hacerlo. Además la melange previene las enfermedades amplificando el sistema inmunológico y aumentando la esperanza de vida de quién la toma.

Pero dicha especia tiene dos inconvenientes importantes: en primer lugar es aditiva, quién la toma se vuelve dependiente de ella, aunque su ingesta sólo conlleva ventajas, si dejas de tomarla sólo te espera la muerte, por lo que te vuelves un completo esclavo de la misma. Segundo, la especia sólo se encuentra disponible en un único lugar de la galaxia: el planeta Arrakis, más conocido como Dune ya que es, prácticamente en toda su extensión, un desierto. Además el planeta se haya infestado de monstruosos gusanos de más de 400 metros de largo, prácticamente indestructibles, y que atacan furiosamente a todo aquel que osa poner sus pies en el planeta desierto.

Esto nos lleva a un complejo modelo de lo que se ha venido en llamar despotismo hidráulico, que es un tipo de despotismo que se mantiene mediante el control de un recurso único y necesario. En este caso la Melange pero el término fue acuñado para referenciarse al control del agua usado en el antiguo Egipto o en Babilonia, y que tiene muchas resemblanzas con la actual dependencia del petróleo.

La trama de Dune

La trama de la novela de Dune se centra en la figura de Paul Atreides (posteriormente conocido como Paul Muad’dib), Paul es el hijo del Duque Leto Atreides, regente de una de las más nobles casas del universo. Los Atreides acaban de recibir el encargo del Emperador de hacerse con el control de la extracción de especia de Arrakis, reemplazando al salvaje control ejercido por los malvados Harkonnen. Pero aunque parece una buena noticia a priori en realidad los Atreides son conscientes de que están siendo acorralados en una trampa urdida por el emperador, que recela de la creciente popularidad del Duque. A pesar de todo deciden trasladarse a Arrakis, donde intentarán ganarse para su causa a los nativos locales, los salvajes Fremen, que viven una existencia desesperada en medio del desierto bajo el peligro constante de morir de sed o morir a manos de los monstruosos gusanos. Sin embargo los Fremen consideran a Dune su hogar y no están dispuestos a ser expoliados fácilmente. Los acontecimientos se precipitarán y pondrán a Paul Atreides en el ojo de un huracán que amenaza con barrer la civilización del universo tal y como se había conocido hasta entonces.

Las películas de Dune

En 1984 David Lynch adaptó la novela de Dune al cine, el resultado: pues desde luego no deja indiferente a nadie, o se odia o se idolatra. Yo tengo que decir que fui a ver la película al cine de estreno y casi me largo de la misma ya que uno esperaba ver una especie de Star Wars y se encuentra con un rollo incomprensible. Y es que este es uno de los defectos que le achacan al film, el libro es tan complejo que resumirlo para que quepa en la duración normal de una película hace que la trama sea muy confusa.

Sin embargo tengo que decir que, una vez leída la novela, la película es un acompañamiento fantástico para la misma. El carácter extraño que Lynch imprime a su filmografía encaja a la perfección con el carácter extraño del universo de Dune, una especie de edad media llena de naves espaciales y misticismo. Kyle MacLachlan (si, el de mujeres desesperadas) hace aquí su debut cinematográfico y resulta un Paul Atreides creíble (a pesar que su edad no corresponde con la del personaje). Además el vestuario y los decorados que aparecen en el film le dan una estética que no desentona para nada con la novela. Si acaso hay que achacarle unos efectos especiales que hoy en día causarían risa y que incluso para la época parecían anticuados. Pero mejor que lo veáis por vosotros mismos, os dejo el trailer original de la película, está en inglés sin subtitulos pero salvo cuando se ponen a berrear resulta bastante fácil de entender. Os propongo una adivinanza ¿quien es el rubiales que sale peleando a cuchillo en el minuto 1:52?

En el año 2000 se hizo otra adaptación pero esta vez para la pequeña pantalla en formato de miniserie. El resultado la verdad es que fue poco satisfactorio, a pesar de disponer de más tiempo y de, por lo tanto, contar mejor la compleja historia de Dune, los vestuarios y los personajes no encajaban nada bien con lo que presenta el libro. Yo sigo prefiriendo la versión de Lynch. Por cierto, que antes que la película de 1984 hubo otro intento de llevar la novela a las pantallas, con Dalí en el papel de Emperador, Orson Welles como el malvado Barón Harkonnen y con Moebius diseñando las criaturas y los personajes. Su director Alejandro Jodorowsky son cuenta como consiguió que Dalí y Welles aceptaran sus papeles (da casi para escribir otra película), una pena que al final no se llevara a cabo. Finalmente está en producción una nueva adaptación cinematográfica de la novela, esperemos que le dedique el presupuesto e ingenio necesario para hacerle honor al libro.

Conexiones de Dune

Os propongo otra adivinanza, esta vez muy sencilla, pensar en una película que trata de un planeta donde hay una sustancia de valor incalculable, pero donde viven unas bestias increíbles que dificultan la extracción de esa sustancia. Además no sólo están las bestias, existen seres inteligentes que consideran a ese planeta sagrado y que lucharán con todas sus fuerzas para evitar su devastación y expoliación. Pero una fuerza militar está obcecada en obtener el control de ese planeta para así enriquecerse con el comercio de dicha preciosa sustancia. Al final un miembro de esa fuerza militar invasora se convertirá en líder de la resistencia a la invasión y, de paso, se enamorará de una nativa que, casualmente, es la hija del jefe local. ¿Estoy hablando de Dune? pues aunque todo lo dicho arriba es aplicable a la novela, también es aplicable a una película reciente ¿adivináis cual?

También existen más conexiones. Por ejemplo toda la novela está plagada de términos árabes (Mahdi, Shaitan, Fedaykin, Muad’dib, etc.) y transcurre en un desierto bajo el cual está la sustancia más valiosa del mismo. Por dicho motivo la figura de Paul Muad’dib se ha asociado muchas veces a la figura de Lawrence de Arabia el militar inglés que unió a las tribus árabes y se convirtió en su líder en la guerra contra el invasor otomano. Además, ¿Arrakis no suena muy similar a Irak?

La saga de Dune

Finalmente quería acabar la entrada comentando el resto de novelas que componen la saga. Frank Herbert escribió un total de 6 novelas sobre Dune. La primera que hemos venido comentando hasta ahora forma una trilogía con las dos siguientes «El Mesías de Dune» e «Hijos de Dune» en las que se narra la vida de Paul Muad’dib. Sin embargo, así como la primera novela es fantástica estas dos no llegan a su nivel y su principal problema es que rompen con la imagen idealizada de héroe que nos habíamos hecho de Paul Muad’dib llevándolo a niveles que a veces resultan patéticos. Pero al parecer Herbert lo hizo con una intención clara, los héroes y los superhéroes a veces no son la solución sino el problema, os pongo un par de citas del mismo Herbert:

Se crean enormes problemas cuando los errores humanos se cometen en la escala de un superhéroe… Los héroes son un dolor, los superhéroes son una catástrofe. Los errores de los superhéroes nos llevan a la mayoría al desastre.

Tenía esta teoría de que los superhéroes son desastrosos para los humanos, de que aunque crearas a un héroe infalible, las cosas que este héroe pondría en marcha podrían caer en manos de mortales errantes. ¿Qué mejor forma de destruir una civilización, sociedad o raza, que poner en manos de un superhéroe las salvajes convulsiones que siguen a su juicio crítico y a su poder de decisión?

Con la cuarta novela «Dios Emperador de Dune» damos un sorprendente salto de 3.500 años para situarnos en un futuro en el que la humanidad se haya dominada por un descendiente de Paul Muad’dib. En este momento la saga vuelve a retomar el vuelo al romper las cadenas con el destino que tanto atenazaba a Paul y plantear nuevos e interesantes retos. Esta novela constituye un todo en si misma ya que la siguiente y 5ª de la saga «Herejes de Dune» se situa de nuevo a una distancia temporal considerable (1.500 años en el futuro) donde la humanidad se tiene que enfrentar a los descendientes de aquellos que huyeron del caos provocado por el Dios Emperador y que ahora vuelven arrasando con todo lo que encuentran a su paso. La siguiente y última de la saga «Casa Capitular: Dune», es una continuación directa de la anterior y acaba en un cliffhanger que dejó a todo el mundo con ganas de más. Si tenemos en cuenta la estructura de los libros (una trilogía, un libro solitario y luego dos libros más conectados) parece evidente que la intención de Frank Herbert era escribir un séptimo libro de la saga, pero su muerte un año después de terminar esta novela frustro sus planes (y como dijo Brooke Shields, si te mueres, has perdido una parte muy importante de tu vida).

Las nuevas novelas de Dune escritas por el hijo de Frank Herbert

La saga bien podría haber acabado aquí muy dignamente, pero no, se ve que a su hijo (Brian Herbert) y un colega que pasaba por ahí (Kevin J. Anderson) decidieron hacer caja con la herencia de Papa Frank. El resultado, que en unos pocos años han escrito 12 novelas sobre Dune y la cosa no tiene visos de parar. Escribieron una trilogía sobre la Jihad Butleriana y la guerra contra las máquinas («Dune: La Yihad Butleriana», «Dune: La cruzada de las máquinas», «Dune: La batalla de Corrin») que es de lo poco salvable que han escrito. Después hicieron una precuela sobre los hechos anteriores a Dune, donde el protagonista es el padre de Paul: Leto Atreides («Dune: La Casa Atreides», «Dune: La Casa Harkonnen», «Dune: La Casa Corrino») y finalmente perpetraron la traición que todos los fans de la saga original se estaban temiendo, escribieron la perdida séptima novela de la serie original (en realidad publicaron dos novelas consecutivas con la idea supongo de hacer caja y que llevaron por título «Cazadores de Dune» y «Gusanos de Arena de Dune»). Según ellos esta novela que cierra la saga se escribió basándose en las notas dejadas por su padre, notas que nadie ha visto y que se ha llegado a dudar incluso de que existan, más que nada porque esta novela parece más una continuación de las precuelas del terrible dúo, que una continuación de la obra de Herbert. Así que os aconsejo que no se os ocurra posar sus ojos sobre ellas.

Personalmente considero que la forma de tratar la herencia literaria de Tolkien ha sido mucho más correcta. Se han publicado sus trabajos inconclusos, a veces dándoles continuidad en forma de libros («El Silmarilion” o «Los Hijos de Húrin”) pero nunca sacándose historias de la manga.

La saga de la Fundación, por Isaac Asimov

Si hay una novela de ciencia ficción que me ha maravillado siempre ha sido la trilogía original de la Fundación, escrita por Isaac Asimov. Esta trilogía está compuesta por las novelas «Fundación», «Fundación e Imperio» y «Segunda Fundación» y son más bien una forma de empaquetar en tres libros 9 historias cortas publicadas por Isaac Asimov en los años 50 en la revista de ciencia ficción Astounding. Posteriormente Asimov añadió más novelas a la saga, y las unió con otras sagas suyas como la dedicada a los «robots» y al «imperio» formando un universo que llega a tener 16 novelas. Pero las mejores siguen siendo esas tres pequeñas joyas que forman la trilogía original, y digo pequeñas porque cada una de las tres tiene escasamente 250 páginas, que parece que hoy en día si una novela no tiene 800 páginas entonces no es buena.

asimovfoundation

Pero ¿de qué va la Fundación? pienso que no le estropeo nada a nadie si os cuento como comienza todo, pero el que no lo quiera saber ya sabe, que deje de leer… La Fundación va de que la raza humana a conseguido crear un imperio que abarca toda la galaxia pero, al igual que el imperio romano (del cual Asimov afirma inspirarse), aunque dicho imperio parezca invencible la realidad es que está a punto de derrumbarse superado por los acontecimientos.

Hari Seldon (aquí en la imagen) es un científico que se encarga de desarrollar la teoría de la psicohistoria, una ciencia ficticia mezcla de historia, psicología y estadística matemática, y que permite algo tan asombroso como predecir el futuro. Vaya frikada pensará alguno. Bueno, hoy en día aceptamos como si nada que se prediga el resultado de las elecciones con una exactitud a veces pasmosa, y los científicos pueden predecir con mucha precisión el comportamiento de un gas. El truco está en el tamaño, no sabes lo que va a votar una persona particular o cómo se moverá una partícula en concreto, pero sabes cómo se van a comportar las masas. Y Seldon es el único que predice que el Imperio Galactico está a punto de derrumbarse, por lo que planea establecer una Fundación científica que elabore una Enciclopedia Galáctica. En dicha enciclopedia se recopilará el saber del mundo para, de esta forma, reducir los 30.000 años de barbarie que seguirán a la caída del imperio en sólo 1.000 (por cierto mil años es lo que duró la oscuridad de la edad media desde la caída del imperio romano en el año 476 hasta 1453 con la invención de la imprenta y la definitiva caída de Constantinopla).

Pero ¿es esa la verdadera intención de Seldon? ¿como puede una teoría que se basa en el estudio de las masas ser válida cuando surgen personas particulares con habilidades extraordinarias que pueden echar por tierra todo lo previsto? Bueno, para saberlo tendréis que leer las novelas.

Si os interesan me las podéis pedir, o las podéis conseguir en las bibliotecas municipales, o las podéis bajar de Internet fácilmente (aunque si no disponéis de un lector de ebooks no os recomiendo esta alternativa ya que os dejaréis la vista en una pantalla de ordenador o gastaréis en toner de impresora más de lo que vale un libro original). Y para el que piense que serán una cosa complicada de leer que sepan que Asimov es uno de los escritores de ciencia ficción que más claro escriben, no en vano muchos de sus libros son de divulgación científica pensados para ser leídos por cualquiera y hasta mi madre los ha leído (y que yo sepa no le han defraudado). Ya me contaréis…

PD. Por cierto, Hollywood al parecer está preparando una película (o saga, vete tu a saber) de la Fundación pero, por favor, leeros la novela antes. Al parecer el director encargado de la misma es Roland Emmerich, un director especializado en filmes de acción (Godzilla, El día de Mañana) y que cuenta entre sus «exitos» con esa maravilla llamada Independence Day (si, esa en la que las naves alienígenas venían con Windows preinstalado para que fuera más fácil petarlas a base de virus informáticos), que Dios nos coja confesados…